Pequeñas dosis de cocaína pueden producir euforia, aturdimiento, aumento de la energía, nivel de alerta sensorial, disminución del apetito y somnolencia. La disforia, la ansiedad, la depresión y la paranoia aumentan con dosis crecientes.
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Ya que la cocaína es una droga extremadamente adictiva, es muy difícil que una persona que la pruebe pueda predecir o controlar hasta dónde continuará deseándola o consumiéndola.